jueves, 22 de enero de 2015

Pongamos que hablo de Madrid

Porque hay una persona que me hace transportarme a Madrid, solo nombrándolo.
Cuando me da envidia mandando fotos de Callao, Gran Vía o Sol. Cuando empieza a "microcuentear" sobre el Retiro y alguna que otra pareja anónima que pasea cerca del Palacio de Cristal. O incluso cuando me da envidia con sus preestrenos en la Complutense con Hugos Silva incluidos.
Porque Madrid es única. Porque viajaría a Madrid cada navidad, para perderme entre las luces. Porque echo de menos Madrid.
Echo de menos las fotos en la escalinata de la Almudena. Echo de menos recorrerme el Prado corriendo y a lo loco, pero disfrutando de su pintura. Echo de menos pasear a lo largo de la Castellana, entre fuente y fuente. Echo de menos ir al Rastro y perderme entre sus puestos un domingo cualquiera.
Y es más, quiero caminar por el barrio de las letras, empaparme de literatura -de poesía-, en cualquier rincón de sus calles. Quiero recordar la grandeza del Antiguo Egipto alrededor del Templo de Debod cuando está atardeciendo, y contemplar la preciosa imagen de la Casa de Campo. Quiero cabalgar junto a Quijote y Sancho en plaza de España.
Porque Madrid es bonita en cualquier época del año, ya sea verde y florida en primavera, llena de turistas y abarrotada en verano, ocre y melancólica en otoño, o incluso fría pero siempre acogedora en invierno.
Porque como ella diría,
"de Madrid al cielo, aunque ya lo sea".

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