sábado, 10 de octubre de 2015

La noche de San Juan

Recuerdo aquella noche de San Juan junto al fuego. No sé quién ardía más, si las llamas o tú. Seguramente fueras tú, o eso decías. Se notaba en tu mirada, esa mirada deseosa de comerme. El cielo estaba estrellado, pero poco te importaba. Preferías contar mis lunares a la luz de la luna. A mí me encantaba mirarte. Se te veía tan puro, sin imperfecciones. Así como tú eres. Mientras te observaba, me retirabas el pelo de la cara. Y yo me aceleraba. Tan solo una caricia hacía falta para estremecerme. ¡Y qué ganas de tenerte!
La noche avanzaba y tus manos descendían. Encontraron mis caderas y se aferraron. Fui tuya, toda tuya en mi pureza. Tú lo deseabas y yo te consentí. La noche fue testigo de la más blanca hermosura, ya sea por tu piel o por la blanca luna.
Bendita noche cuerda buscando la locura de sentirme entre tus manos, y ser por fin tuya.
Pero llegó la mañana y tuve que despertar, aunque poco me importó. Fuiste mío, solo mío.
El fuego, tú, el deseo, yo y la noche más mágica del año. 

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